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Historia

Los secretos del contrabando

"Es increíble la complicidad de todos los habitantes en este negocio, desde las clases más altas hasta las más bajas. Gentes para las cuales sería un caso de conciencia tocar una paja propiedad de otro no encuentran la menor objeción al fomento del contrabando". Una vez más es el archiduque Luis Salvador de Austria el que nos proporciona una valiosísima información sobre los hechos y la gente de nuestra tierra. Efectivamente, no decimos nada nuevo al afirmar que el contrabando ha sido considerado una actividad popular, no delictiva o, como mucho, tolerada, por lo menos durante los dos últimos siglos. Incluso, aún ahora, cuando se habla de ello, aunque solo sea para recordar una anécdota, se hace con una sonrisa en los labios, entre la complicidad y la admiración. Quizás sea exagerado afirmar que el contrabando forma parte de nuestra idiosincrasia como pueblo, pero no lo es tanto decir que ha sido habitual para muchísimas familias mallorquinas durante décadas.

El funcionamiento de esta actividad comercial no es nuevo ni lo descubriremos ahora. Se trata de introducir de manera ilícita en Mallorca, es decir, sin pagar los impuestos correspondientes a Hacienda, productos que después se venderán en el mercado negro, una forma de cometer un fraude al Estado. Para algunos, un delito; para unos cuantos, una manera rápida de hacerse ricos; para la mayoría, una manera de complementar unos sueldos casi de miseria y contribuir así a la economía doméstica. Las mercancías objeto de contrabando eran de todo tipo, aunque las más habituales eran tabaco, café y azúcar, por este orden; pero también whisky y ginebra, pastillas de jabón, electrodomésticos, televisores, piezas de mecánica o, incluso, motos enteras.

Cerca de Sa Foradada, donde hubo una gran actividad de contrabando © Foto: Gabriel Lacomba
Cerca de Sa Foradada, donde hubo una gran actividad de contrabando © Foto: Gabriel Lacomba

El Quarter dels Carabineros, que se construyó para combatir el contrabando, se edificó sobre unos terrenos cedidos por el financiero Joan March

La costa de la Serra de Tramuntana, por su particular orografía, ha sido un lugar propicio para el contrabando. No obstante, no se trata de un fenómeno exclusivo de la Serra de Tramuntana, al contrario, otros lugares de Mallorca, especialmente la costa del sur, han sido testigos de esta actividad y, probablemente, con mucha más intensidad y cantidad.

El proceso siempre ha sido el mismo. Procedentes de puertos como Gibraltar, Argel, Tánger u Orán, las embarcaciones llegaban a la costa mallorquina, donde descargaban de noche y en lugares inhóspitos los "bultos", que era como se llamaba a los paquetes que contenían el material de contrabando.

A veces se buscaba algún punto de la costa con la profundidad suficiente para poder llegar a tocar la orilla y descargar las mercancías directamente del falucho a tierra. Este es el caso de Es Canyaret, una zona entre el Port de Valldemossa y el Port des Canonge.

Lo más habitual era encontrar un lugar de la costa resguardado del mar que permitiera la descarga de la nave más grande en las barcas más pequeñas. En la costa de la Serra de Tramuntana, el lugar más habitual era el hechizador paraje de Sa Foradada.

Cuando llegaban a la costa, los "bultos" se guardaban en lugares escondidos que solo conocían algunas personas metidas en el negocio. Estos puntos eran conocidos como "secretos". El "género" permanecía en secreto durante algunos días, o el tiempo que fuera necesario, hasta que se decidía cuál era el momento más adecuado y más seguro para introducirlo en el mercado.

El contrabando ha dejado en la Serra de Tramuntana numerosas huellas en forma de secretos, caminos, topónimos y construcciones. Sin duda alguna, la herencia más vistosa de la época dorada del contrabando, que tuvo lugar durante la primera mitad del siglo XX hasta mediados de la década de los sesenta, la encontramos en el término municipal de Escorca, en la possessió de Es Cosconar. Se trata del Quarter dels Carrabiners (llamado coloquialmente "dels Carabineros"). Es una caserna de dos alturas y que está en proceso de restauración. Fue construida en el año 1924, en unos terrenos cedidos por el financiero Joan March, paradojas de la historia. La misión de este cuartel era controlar, e impedir, la actividad de los contrabandistas en toda aquella zona.

Sea lo que sea, los tiempos han cambiado. Los contrabandistas de hoy ya no son figuras casi míticas que conocían todos los secretos de la costa y que abastecían de café, tabaco y azúcar a una sociedad que padecía hambre. Ahora el café es pernicioso, fumar se ha prohibido y la sociedad sufre obesidad.

 

Texto de Bartomeu Homar

Traducción de Maria Gené Gil

Sabías que...

Hasta mediados de la década de los años cuarenta del siglo XX, las mercancías llegaban a Mallorca en faluchos o barcas de mesana. Los faluchos fueron sustituidos poco a poco por lanchas con motores potentes, aunque sabemos que al Port des Canonge, por ejemplo, en los años cuarenta todavía llegaron importantes cargamentos en barcas de mesana. A partir de la Segunda Guerra Mundial, las lanchas que se dedicaban al contrabando eran antiguos guardacostas de la Royal Navy, que habían sido subastados después de la Guerra. La sustitución de los faluchos, barcas de mesana o laúdes viajeros por lanchas potentes no se produjo, por lo menos de manera masiva, hasta mediados de los cuarenta.

Bibliografía

 

Contraban, República i Guerra

L'historiador Pere Ferrer relata d'una manera molt documentada la història del contraban a Mallorca durant la primera meitat del segle XX. Els temps de la Segona República i la Guerra Civil i la relació amb el contraban i amb els contrabandistes s'hi estudien especialment. El llibre està farcit de dades documentals però també d'anècdotes que en fan molt mengívola la lectura.

Autor: Pere Ferrer Guasp
Editorial: Documenta Balear
Año de publicación: 2008

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