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Historia

Maristel·la, la ermita de Esporles

Situada a 580 metros sobre el nivel del mar, en el bosque de Son Ferrà, la subida a la ermita de Maristel·la es un paseo ideal para hacer en familia. Rodeada por un cautivador encinar, la ermita es un lugar de culto y de recreo para los vecinos de Esporles, que celebran todos los años una romería a mediados de septiembre. Bastante conocida por la gente de la zona y por los aficionados a la montaña, seguramente no lo son tanto su historia trágica y el misterio que rodea algunas de las muertes que se han producido en este lugar sagrado.

El santuario está dedicado a la Virgen del Carmen, ya que fue fundado en 1890 precisamente por unos monjes carmelitas, después de que Margalida Rosselló i Ferrà, propietaria de Son Ferrà, falleciera en 1888 y dejara muy claro en el testamento que quería legar una parte de su bosque a un grupo de ermitaños.

La comunidad religiosa siempre fue muy reducida y la actividad eremítica solo duró 36 años. El motivo por el cual los monjes abandonaron la ermita es ciertamente trágico. El grupo de ermitaños nunca superó las cuatro personas. En el año 1926, uno de los miembros de la comunidad murió al caerse por la escalera de mano que daba acceso a las celdas. Solo quedaron en la ermita el hermano Vicenç y el hermano Josep. El primero, debido a su avanzada edad, se tuvo que retirar al convento de Santa Catalina de Palma y el segundo quedó como único habitante de las instalaciones. Poco tiempo después fue encontrado muerto, dentro del pozo, con un fuerte golpe en la cabeza. ¿Cuál fue la causa de su muerte? La pregunta continuará sin respuesta por los siglos de los siglos pero las hipótesis y las especulaciones fueron muchas y diversas. Se habló de accidente, pero también de asesinato y robo (por lo que se sabe, no se llegó a encontrar el dinero que el hermano Josep había cobrado por la venta de ganado unos días antes) e, incluso, de suicidio. Lo que realmente sucedió aquel día de 1926 ya nunca se sabrá.

Ermita de Maristel·la © Foto: Gabriel Lacomba
Ermita de Maristel·la © Foto: Gabriel Lacomba

La historia de la ermita de Maristel·la es trágica. Cuatro personas han muerto en ella de manera violenta o inexplicada

Lo cierto es que aquellos sucesos, junto con las dificultades propias de la vida en la montaña, hicieron que los carmelitas abandonaran la ermita. La propiedad y la gestión pasaron a la parroquia de Sant Pere de Esporles. Corría el año 1928 y el rector Tugores, siempre muy activo, instituyó la fiesta de la ermita el día de la Virgen del Carmen, el 16 de julio, y la bautizó con el nombre actual de Maris Stella, Estrella del Mar. También llevó a cabo ciertas mejoras y ampliaciones. Pero, una vez más, la tragedia se manifestó en el espeso encinar de Son Ferrà. En 1949, por encargo de la parroquia, un vecino de Esporles, con cierta deficiencia mental, cuidaba de las instalaciones. Una vez que fue a la ermita con su hermana la mató de una pedrada en la cabeza, o eso es lo que se supone. Después, se colgó de una encina. La rama de la que se colgó fue cortada y aún hoy en día pueden verse esta encina y el corte de la rama que falta. Dos nuevas muertes de las cuales nunca se tendrá la certeza absoluta sobre lo que las provocó.

Pero el tiempo pasa y las desgracias parece que ya se han alejado de la ermita de Maristel·la. A pesar de ello, todavía tenemos que contabilizar algunas muertes más en la historia del santuario, afortunadamente no se trata de víctimas humanas sino de animales. El episodio siguiente, con aires de tragicomedia, sucedió en 1967. Aquel año, el Ejército colaboró con un destacamento de soldados y siete mulos para subir material de construcción hasta la ermita. En un período de muy pocos días cuatro de aquellos mulos murieron, seguramente de agotamiento. La parroquia de Esporles tuvo que compensar al Ejército por la muerte de los animales.

Finalmente, el material de construcción se subió gracias al esfuerzo y a la solidaridad del pueblo de Esporles, que desde las casas de Son Ferrà hizo una cadena humana hasta la ermita, lo que permitió subir todo lo necesario para el mantenimiento del santuario.

El paseo hasta la ermita de Esporles sigue siendo una gozada para los sentidos y un excelente ejercicio físico. Pero, seguro que ahora, al subir, todo el mundo lo hará con gran respeto, hacia los vivos... y hacia los muertos.

 

Texto de Bartomeu Homar

Traducción de Maria Gené Gil

Sabías que...

Cerca de la ermita, al lado de la cima de la Fita del Ram, está la cueva de los Ermassets. Según la leyenda, que recogió Alcover, un ermasset es un ser de estatura mediana, de color verde, muy delgado y con ojos grandes, con las orejas tres veces mayores que las de un hombre, brazos largos y manos alargadas con uñas muy afiladas, piernas delgadas pero muy ágiles. El ermasset es el encargado de custodiar el tesoro que hay en el fondo de la cueva y que, naturalmente, nadie ha encontrado. De momento.

Cómo llegar

De Esporles sale la carretera que sube hacia la urbanización de Es Verger. Aproximadamente a tres kilómetros, justo al llegar al primer puerto de montaña, se encuentra la possessió; de Son Ferrà. Dejamos el coche e iniciamos la caminata por la pequeña y disimulada barrera que hay justo en la curva que marca el puerto, siempre con las casas de Son Ferrà justo enfrente. Pasamos las casas, hay otra barrera, la vereda mejora y se convierte en un camino de carro. Al entrar en el encinar pasamos una tercera barrera (que igual que las otras dos dejaremos cerrada) y subimos por una fortísima pendiente con el suelo de cemento. El camino no tiene pérdida, ya nos lleva hasta la ermita. Si no se conocen, es mejor no ir por atajos. Vale la pena desviarse unos minutos para visitar el Cor de Jesús, desde donde hay unas magníficas vistas sobre Esporles, Palma y buena parte de Mallorca.

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